Go go go Google
Mi bibliografía ya está guglificada. ¿Quién la desguglificará?
Espero que nadie. Bueno, pues la historia es esta. Resulta que llevo
quince años haciendo una bibliografía a pedales, por el procedimiento de
acumular citas y ordenarlas a pulso en listados bibliográficos, con
documentos de texto, no con un programa de base de datos, con lo que el
resultado visible es más o menos lo que se ve en la bibliografía final
de un libro académico, pero que ocupa unas doce mil páginas si se
imprime (o igual son veinte mil, no sé). Al principio, pues eso, una
inutilidad, un pasatiempo extravagante, yo digo que es mi manera de
matar marcianos delante del ordenador, pero pasito a paso ha ido
creciendo. Un poco menos últimamente, desde que me dedico a bloguear, o a
guguelear, o a blooglear, en lugar de a bibliografear.
Bibliografía
impublicable, claro. Bueno, pues van un día e inventan Internet, así
que lo primero que hice cuando llegó la red por aquí, hace diez años,
fue colgar la bibliografía. Supongo que eso me coloca entre los pioneros
en desarrollar recursos académicos para la bueb (gracias a Sergio
Salvador y Luis Julve, no por mis propios méritos). Pero vaya. De
repente resulta que el monstruo textual era mucho más manejable,
comunicable y compatible de lo que había parecido. Pero seguía sin tener
motor de búsqueda interno: había que apañarse con un índice. En fin,
que todo el mundo me decía, "tienes que pasarlo a una base de datos, así
no hay quien lo consulte..." Y yo, "bah, ya acabará inventándose el
sistema." Y va y aparece Google. Que no sólo localiza páginas por orden
de relevancia, sino que elabora versiones html de los documentos de
texto que encuentra en la red. De repente, sin comerlo ni beberlo, ya
tengo toda la bibliografía en formato html, sin tener siquiera que
utilizar la nueva opción de Word (que también había aparecido
entretanto) de guardar los documentos como páginas web; el mamotreto
textual se convierte en mamotreto hipertextual. Google ha sido un
auténtico fenómeno, reestructurando la Web y haciéndola utilizable: el
primer buscador que realmente merece tal nombre (antes, el auténtico
buscador era el sufrido usuario intentando pasar la vista lo más
rápidamente posible por los cientos de miles de resultados). Mi
bibiografía siempre ha tenido un excelente ranking en Google, en los
temas abstrusos como teoría literaria, crítica, filología, etc. que son
su especialidad.
Pero... seguía sin tener un motor de búsqueda
interno, aunque Google la hacía mucho más localizable dentro de la
generalidad de Internet. (Por cierto, si Google hace un seguimiento a
8.000 millones de páginas web, una de cada dos millones de esas páginas
es alguno de los 4.000 archivos de mi bibliografía: no parece mal
ranking).
Esta mañana estaba utilizando Google para otra labor
muy útil: detectar el copieteo de los alumnos. Ahora pueden localizar
fácilmente en Internet comentarios hechos casi sobre cualquier texto
literario que se les ponga como tema de trabajo, pero para el profesor
es igualmente fácil luego localizar los párrafos copiados, sobre todo si
los estudiantes carecen de la habilidad lingüística necesaria para
reformular, reelaborar, cambiar la expresión... ¡claro que si la tienen
ya merecen el aprobado! Bueno, pues trasteando con Goooooogle con estos
fines, de repente doy con la solución para poner un buscador interno a
la bibliografía, un buscador de Google restringido al sitio web de la
bibliografía, pero que sigue utilizando los criterios de Google para un
buen ordenamiento prioritario de las páginas (con menos eficacia quizás
que en la web, porque aquí no se aplica lo de priorizar la lista de
resultados según el número de enlaces).
Así que desde hoy mi vieja bibliografía se reencarna en una nueva versión con buscador incorporado. Go ogle it.
Conclusión:
a veces no es tan malo como parece el sistema de hacer las cosas a
pedales. En este caso ha acabado por aparecer el sistema que me faltaba
para convertir la bibliografía en una base de datos automatizada. En el
caso del blog, que como se sabe tiene una versión patatera en una web a
pedales, y otra versión en una plataforma específica para blogging,
Blogia (también de Zaragoza, por cierto), hay que decir que si bien es
un poco pesado lo de la duplicación, parece ser un seguro de vida. Hay
veces que Blogia no se puede conectar supongo que por sobrecarga; y es
un caso que viene pasando con frecuencia, con Diariogratis,
Bitácoras.com o últimamente de modo más desastroso con Blogalia (se
pueden leer en el blog de Borjamari diversos seguimientos del tema y
comentarios sarcásticos al respecto). Un poco de duplicity no viene mal
en este caso... ah, y hacer copias de seguridad.
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